En esta ocasión nuestra aventura nos llevó a descubrir los secretos de esta mágica zona en poderosas cuatrimotos.
DÍA 1. PACHUCA-OTONGO
El punto de reunión fue la ciudad de Pachuca, desde donde partimos rumbo a la sierra hidalguense. Después de tres horas, llegamos al Hotel Otongo (Sterra Hotel Boutique & Spa), enclavado en la sierra y rodeado de un maravilloso bosque mesófilo, donde nuestros anfitriones ya estaban esperándonos con una deliciosa cena.
Otongo es conocido como el “camino a las agujas” o “lugar de hormigas” y trae consigo una interesante historia. Fue a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado, cuando mineros procedentes de Autlán, Jalisco, descubrieron el yacimiento de manganeso más grande de América del Norte y deciden edificar el desarrollo industrial más importante de la región, lo que trajo consigo la construcción de la vía corta México-Tampico, entre otras cosas. Al mismo tiempo se hizo el levantamiento de la colonia industrial Guadalupe Otongo, donde se establecieron los trabajadores de la mina. El basamento cristalino de manganeso data de la era Precámbrica. El manganeso se utiliza como óxido, que sirve para la industria de pilas secas, fertilizante y para algunos tipos de cerámica. En las cercanías se localiza un depósito de fósiles marinos y vegetales (plantas de helecho) que, según estudios, datan de por lo menos 200 millones de años.
DÍA 2. TÚNEL COYOLES-CUXHUACÁN
Listos para iniciar nuestra correría, cargamos las cuatrimotos con el equipo de campamento, herramientas y provisiones. La caravana, formada por 30, partió rumbo a las instalaciones de la Compañía Minera Autlán, donde ya nos esperaba el crujir del manganeso. Nos agrupamos en el patio principal del complejo industrial, donde nos tomamos la fotografía oficial. Posteriormente nos dirigimos a la entrada de la mina, pues los encargados nos dieron permiso de entrar con nuestros vehículos. Emocionados, uno a uno nos enfilamos y nos internamos en el Túnel Coyoles. El ruido de los motores retumbaba dentro de la mina de más de 2 kilómetros de longitud. Agua, fango negro, charcos y barro hicieron aún más emocionante nuestro paseo subterráneo hasta que llegamos a un punto donde están instalados una serie de talleres y almacenes, ahí los ingenieros y encargados de la operación nos dieron la bienvenida y, al mismo tiempo, nos reflejaron su impresión por este hecho nunca antes visto. Los mineros dejaron a un lado sus picos y palas para vernos pasar y extendían sus manos para saludarnos. Fue una gran experiencia que nunca olvidaremos.
Después nos trasladamos al poblado de Acayuca, ahí bajamos 21 kilómetros de terracería hasta llegar a Cuxhuacán, donde compramos provisiones. El paso de nuestra caravana por el pueblo fue todo un acontecimiento. Ahí nos estaba esperando nuestro guía estrella, Rosendo. Así, atravesamos el poblado hasta llegar a la orilla de río Claro. Nunca nos imaginamos que tendríamos que cruzarlo ¡siete veces!, por lo que algunas cuatrimotos tuvieron dificultades, pero con ayuda de winches y al trabajo en equipo, seguimos todos adelante.
Por fin, con los últimos rayos de luz, después de un camino de niveles extremos para muchos de nosotros, llegamos al campamento, localizado en el fondo de un impresionante cañón, en donde se une el arroyo Pilapa y el arroyo Claro para formar el río Claro. Fue el punto ideal para relajarnos y escuchar el correr del agua. Cada uno de los participantes montó su tienda de campaña y los organizadores prepararon una deliciosa cena. Fue así que después de convivir un rato, nos fuimos a descansar.
DÍA 3. TAMALA-CASCADA SAN MIGUEL
A la mañana siguiente, desayunamos, levantamos el campamento, cargamos las cuatrimotos y regresamos por el mismo camino por el que habíamos llegado. Una vez más tuvimos que superar los siete cruces del Claro. Con la práctica del día anterior, todo fue más fácil. El regreso se tornó más rápido y divertido. En varios cruces daba tiempo de juguetear en el agua y que los fotógrafos realizaran sus tomas. Así, llegamos de nuevo a Cuxhuacán, donde nos despedimos de Rosendo. También ahí nos estaban esperando la camioneta de Seguridad Pública del estado y la ambulancia, que en todo momento estuvieron al tanto de nosotros.
Después tomamos rumbo a Tamala. El trayecto de terracería fue largo, pero sumamente bello, ya que disfrutamos del verde paisaje montañoso que caracteriza a la Huasteca. Pasamos por San Miguel y nos detuvimos a lado de un potrero, donde dejamos las cuatrimotos y para estirar las piernas, caminamos por una vereda que faldea el cerro. La vegetación se fue cerrando y el sendero se hizo más empinado y resbaloso. Conforme descendíamos, el sonido de la caída del agua se escuchaba cada vez más cerca. Finalmente, después de 25 minutos, llegamos hasta la fantástica cascada de San Miguel, la cual se precipita desde 50 metros de alto. Su caída va formando pozas de agua cristalina y algunos no resistimos la tentación y saltamos a ellas para refrescarnos un poco.
Regresamos hasta donde habíamos dejado las cuatrimotos, encendimos motores y regresamos hasta el hotel, donde finalizamos esta gran aventura. Para festejar el éxito de nuestro recorrido, el personal nos organizó una Noche Mexicana, en la que cenamos el tradicional zacahuil, un tamal gigante, suficiente para dar de comer a todos los invitados; y para animar la fiesta, tocó un grupo de huapangos y sones huastecos.
Así nos quedó mucho en la memoria: aventura, espectaculares paisajes, trabajo en equipo, buena comida y excelente compañía.
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